CAPÍTULO
XXV
¡QUÉ
CERCA!
Como
siempre, nos estáis ayudando mucho y enseñando infinidad de cosas.
La
guarnicionería es el arte de trabajar el cuero, pues en Ubrique lo hacen muy,
pero que muy bien. Y este pueblo también tiene sus leyendas, una de ellas “La
leyenda de las tres cruces”, esperemos que la última no se caiga nunca.
Qué ricos
están los cubiletes con su cabello de ángel y todo lo demás, ¡Menos mal que no
nos los comieron los monos!
Ya nos
parecía que un espantamoscas tenía que servir precisamente para espantar
moscas, lo que no sabíamos era que era para los caballos y que lo llevan puesto
en su cabeza para que no les molesten esos insectos.
Lo que
vimos no era un hada, que pena, tampoco un colibrí, era un martín pescador, cuando
vayamos al río tenemos que fijarnos a ver si somos capaces de ver alguno,
porque son preciosos.
¡El Peñón
de Gibraltar es de Gran Bretaña!, claro, por eso tuvimos que cruzar una
frontera y hablaban en inglés.
Y gracias
a vosotros sabemos que las marismas del Guadalquivir están en el Parque
Nacional de Doñana, pues allá vamos.
Sospechábamos
que estábamos muy cerca de los extraños, teníamos que localizar al sapo
Mariano, así que íbamos a ir sin parar hasta el
Parque Nacional de Doñana,
Decidimos
ir por la costa fijándonos en las furgonetas que estaban aparcadas, por si la rana Lola y los extraños decidían parar en
alguna playa antes de llegar a Doñana.
Llevábamos
un buen rato cuando apareció ante nosotros un letrero que decía “La Tacita de
Plata”, ¿Qué sería esa tacita?, decidimos entrar en la ciudad que había allí
mismo para echar un vistazo rápido a esa tacita, debía de ser muy curiosa
cuando la anunciaban con aquel cartel tan grande. Recorrimos varias calles y
descubrimos que aquel lugar estaba lleno de rincones preciosos, pasamos por
delante de una catedral y un teatro, pero ni rastro de la taza.
Al dar la
vuelta a usa esquina encontramos una plaza una chirigota que estaba ensayando y
estaban montando tal algarabía que Snail salió disparado de su concha:
- ¿Qué
ocurre? ¿Estamos en otra fiesta de surferos?
- No Sr.
Snail, es que está ensayando aquí una chirigota.
- ¿Una
chirigota?
(¿Vosotros a que sí sabéis lo que es una
chirigota?)
- Si, pero
ya nos vamos
Volvió a
meterse en su concha y salimos disparados de aquella ciudad, eso sí, sin haber
encontrado la tacita.
(¿Alguno
de vosotros ha visto la tacita o era otra cosa lo que anunciaba el letrero?)
No
podíamos detenernos hasta localizar el río Guadalquivir, una vez allí
buscaríamos las marismas, aunque no sabíamos lo que es una marisma.
(¿Vosotros lo sabéis?)
Después de
una hora sin parar, vimos el cartel que anunciaba que habíamos llegado al río
Guadalquivir, continuamos un rato hasta que vimos una especie de laberinto.
No sabíamos si eso eran las marismas, pero localizar al sapo Mariano sería lo mismo que buscar una aguja en un pajar, buffff, quizás si nos acercábamos hasta ellas encontrásemos algún sapo al que preguntar y así lo hicimos, pero lo que encontramos no fue precisamente un sapo…
- ¡Snail,
mire lo que hay ahí! – gritamos a la vez –
Holmes
asomó su cabeza y dijo:
- ¡Un
crocodylus niloticus!, ¡Cómo es posible!
Snail se
acercó a él sin esperarnos y rápidamente entabló conversación:
- Buenos
días, es sorprendente ver un ejemplar de su especie.
- Si, la
verdad, estoy totalmente fuera de mi
hábitat.
- ¿Y por qué
está aquí?
- Es una
larga historia, pero se la contaré. Yo vivía en el río Nilo con mi familia, un
día llegaron por allí unos hombres, con una red que llevaba me cogieron, me metieron
en una caja y me llevaron a un camión, unos días después me llevaron a una
casa, donde vivía una familia, y me metieron en una especie de urna de cristal.
- ¿Para qué?
– preguntamos-
- Pues no lo
sé, la familia me cuidaba, me daban de comer y limpiaban mi “casa”, pero, a
parte de eso, lo único que hacían era asomarse de vez en cuando al cristal para
verme, alguna vez cuando estaba tranquilamente durmiendo la siesta daban
golpecitos en el cristal hasta que me despertaban, después se iban.
- ¿Golpecitos
en el cristal?
- Si, debía
ser para despertarme, pero no sabes ustedes lo molestos que son esos
golpecitos, dentro de la urna resuenan como truenos.
-¿Y cómo es
que ya no está con esa familia?
- Según fue
pasando el tiempo fui creciendo y la “casa” me quedaba pequeña, así que un día
me sacaron y llevaron hasta un río cercano, me soltaron en él, se fueron y no
los he vuelto a ver.
- ¿Qué raro?
- Espere
varios días, como no volvieron decidí ir nadando río abajo para ver si puedo
volver al Nilo con mi familia.
- Es un trayecto
muy largo.
- Lo sé,
pero soy muy fuerte y nadaré hasta llegar, aunque estoy un poco perdido en este
laberinto de marisma, ya he dado mil vueltas, no tengo claro hacía dónde
seguir.
Snail se
quedó unos segundos pensativo, al cabo de
un rato dijo:
- Le voy a
dar unas indicaciones para que pueda seguir su camino, pero antes quiero
preguntarle algo.
- Dígame
- En su
recorrido por estas marismas no se habrá encontrado con un sapo llamado
Mariano.
- Si, vive
cerca de aquí, en aquel islote que ven allí.
- Muchas gracias,
no sabe lo que nos ha ayudado, ahora le ayudaremos nosotros.
Con la voz
nasal que ya habíamos escuchado varias veces en nuestro viaje Snail dijo:
- Para
llegar a su destino, debe seguir río abajo hasta llegar al mar, sabrá que ha
llegado porque el agua será salada, nade en línea recta hasta llegar al
continente africano, después vaya hacia la izquierda siguiendo la costa,
tardará unos cuantos días, porqué el recorrido es largo, hasta que encuentre la
desembocadura de un gran río, sabrá que es un río porque el agua será dulce,
habrá llegado al Nilo, después solo tendrá que subir nadando por él hasta
encontrar a su familia.
- Muchísimas
gracias, han sido muy amables, además les agradezco mucho que se hayan parado a
hablar conmigo, no sé por qué todas las personas con las que me he
encontrado en este viaje han salido corriendo al verme.
(¿Por qué
saldría corriendo la gente al verlo?)
Sin decir nada
más se zambullo y desapareció río abajo.
Nosotros
nos fuimos al islote que nos había indicado y allí tomando el sol
tranquilamente estaba un sapo.
- Hola
señor, ¿es usted el sapo Mariano?
- Si,
¿Quiénes son ustedes?
- Verá
estamos buscando a la rana Lola y nos han dicho que iba a venir a verlo para
traerle una invitación para la boda de la rana Ramona.
- Efectivamente,
ha estado aquí hace un rato, pero ya se ha ido.
- ¡Otra vez
llegábamos tarde! - exclamamos -
- ¿Podría
decirnos hacía dónde ha ido?
- Si, hacía
Huelva, en busca de playas para surfear, pero antes iba a acercar a su casa a
unos amigos que viajaban con ella y que por lo visto son de un pueblo cercano.
Gracias,
muchas gracias.
Salimos
como un cohete, no podían estar muy lejos, esta vez no se nos iban a escapar.
No perdíamos detalle de la carretera y los lugares que íbamos cruzando cuando
de repente vimos…
¡La
furgoneta de la rana Lola circulando delante de nosotros!
Aceleramos
cuanto pudimos, cuando llegamos a ella empezamos a tocar la bocina y a mover
los brazos hasta que nos vio y se paró.
Allí
estaba la rana Lola, posándose de su furgo y acercándose a nosotros.
- ¿Les
ocurre algo? –dijo-
- Hola rana
Lola, estamos buscando a unos extraños que nos han dicho que viajan con usted
- ¿Están en la furgo’
- No
- ¡¡¡NO!!!
- No, acabo
de posarlos.
- ¿Dónde?
- Pues allí
mismo, en el último cruce que acabamos de pasar, era la entrada de la carretera
a su pueblo, que es a donde iban.
Casi
dejamos a la rana Lola con la palabra en la boca, giramos en redondo, y salimos
como rayos.
Volvimos
sobre nuestros pasos hasta llegar al cruce y nos metimos rápidamente por la
carretera que nos había dicho.
Y a lo
lejos vimos unas figuras que iban caminando tranquilamente.
¿Serán los
extraños?
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